Si
América Latina es una región democrática, aunque no del todo consolidada, ¿por
qué es de las regiones más desiguales en el mundo?, acaso ¿sufre la “Paradoja
de Robin Hood” que planteó Lindert? En este sentido, el modelo uni-dimensional
de redistribución basado en el votante mediano,1 no es
suficiente para responder a la pregunta de ¿por qué democracias con altos
niveles de desigualdad del ingreso conducen a una menor redistribución?
En
teoría, sería racional que, en democracias con alta desigualdad, individuos de
bajos ingresos votaran por partidos de izquierda que tienden a redistribuir
más.2 Sin embargo, Ana de la O y Jonattan Rodden argumentan que
los votos de los religiosos, principalmente de los pobres, se explican mejor
por sus posiciones sobre la moral que por cuestiones económicas, sobre todo en
países con sistemas multipardistas.3 Si bien, estos autores
sostienen su hipótesis con evidencia empírica de países de ingresos altos; de
Europa y América del Norte, considero que su argumento es replicable para el
caso de América Latina. Los países latinoamericanos además de la pobreza y
desigualdad, tienen algo más en común, en su mayoría fueron colonizados por los
españoles. En este contexto, no sólo heredaron las instituciones extractivas de
la colonia, sino también conservaron el legado de la religión católica. Sin
lugar a duda, es un factor que influye en la cultura electoral de la región.
¿Si
el espectro económico no es un buen predictor de las preferencias de los
votantes de bajos ingresos? y por tanto, de los resultados políticos, entonces,
¿qué cuestiones influyen en sus decisiones electorales? La motivación de este
ensayo consiste en tratar de responder a estas preguntas, particularmente para
el caso de México.
De
acuerdo con datos del “Estudio Panel México 2006” para la elección presidencial
más competida en la historia de México, el 50% de los encuestados (en julio de
2006) consideraba que, para reducir la pobreza el Gobierno debería dar más
dinero a los pobres aumentando impuestos a los ricos. No obstante, los
resultados de este estudio también indican que hubo un cambio en la preferencia
electoral de los pobres, ya que para un votante de nivel económico bajo, piel
morena oscura y con baja escolaridad, la probabilidad de votar por Calderón,
candidato de derecha, aumentó de 24% (Ronda 1, octubre 2005) a 30% (Ronda 2,
abril-mayo 2006), mientras que la probabilidad de votar por López Obrador,
candidato de la izquierda y cuyo lema de campaña era “Por el bien de todos, primero los pobres”, se
mantuvo prácticamente igual, de 27% a 28%.
Entonces,
¿por qué en estados con altos índices de desigualdad los ciudadanos eligen a
partidos de derecha y no de izquierda?, o bien, ¿el debate de temas como el
aborto o los matrimonios entre parejas homosexuales es un factor decisivo para
no votar por la izquierda en México? Una explicación a estos cambios en la
preferencia electoral de los pobres, puede ser que simplemente valoren más el
espectro moral que el redistributivo. Otra explicación, en contexto con el
argumento de Susan Stokes (2005),4 es que el votante al tener
menos ingresos y menor educación, y tener menos información, son más fáciles de
convencer de cambiar su voto, si por ejemplo, se les regala una despensa. Por
tanto, la maquinaría política (o partidos clientelistas) sí importa y juega un
papel importante en la decisión electoral.
Además
de la religión y la moral, ¿qué otros factores distraen al votante?, o es que
¿los partidos políticos amplían sus plataformas para atraer a más votantes? Al
respecto, en México como en muchos otros países, los partidos se caracterizan
por ser catch-all-party, es decir, buscan atraer votantes de
diversos puntos de vista e ideologías. Por tanto, al intentar atrapar al
votante mediano moderan sus posiciones, lo que puede confundir al mismo.
Por
ejemplo, el Partido Acción Nacional que se caracteriza por ser conservador en
temas morales, impulsó políticas económicas que favorecen la redistribución,
como el Seguro Popular y por otro lado, implementó la política de colegiaturas
deducibles del impuesto sobre la renta, la cual es claramente regresiva. Otro
ejemplo, es la creciente popularidad que ha tenido el Partido Verde Ecologista
de México (PVEM), en parte porque ha apostado por expandir su plataforma hacia
temas morales (campañas a favor de cadena perpetua a secuestradores, en contra
del maltrato animal). Mientras que, en el ámbito económico, el PVEM mantiene
posturas redistributivas como vales de medicina y el rechazo a las cuotas
escolares. De manera que incluso dentro de un mismo espectro un partido puede
tener diferentes posiciones para atraer a más votantes. En este sentido, un
votante puede elegir en función del tema redistributivo o por cuestiones no
económicas, o ambas.
Lo anterior, nos
lleva a pensar que, para explicar la política de la redistribución se necesita
plantear un modelo multidimensional como proponen Beramendi y Anderson (2008),5 que
incorpore otros factores que influyen en la decisión del votante mediano, como
valores morales, cuestiones ideológicas, doctrinales, el partidismo, arreglos
institucionales, las costumbres, la raza, etc. Las elecciones del 2006
demostraron que los votantes finalmente no se inclinaron hacia temas
redistributivos, probablemente otros aspectos influyeron en su voto, como la
campaña negativa hacia López Obrador o bien, el miedo al populismo por parte de
las élites empresariales y políticas. En conclusión, el votante es mucho más
complejo de lo que asumen las teorías estándar de la economía política de la
democracia, ya que hay n variables que pueden influir en su decisión.
Referencias
1 Downs, A. (1957). An economic theory of political action in a democracy. Journal of political economy, 65(2), 135-150.
2 Acemoglu, D., & Robinson, J. A. (2005). Economic origins of
dictatorship and democracy. Cambridge University Press.
3 Ana, L., & Rodden, J. A. (2008). Does Religion Distract
the Poor?. Comparative Political Studies, 41(4/5),
437-476.
4 Stokes, S. C. (2005).
Perverse accountability: A formal model of machine politics with evidence from
Argentina. American Political
Science Review, 99(3),
315-325.
5 Beramendi, P., &
Anderson, C. J. (2008). Income inequality and democratic representation. Democracy, inequality, and representation, 1-24.
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